En las etapas iniciales de este mal, no se presentan síntomas visibles, pero conforme va evolucionando se muestran algunas señales, como la presencia de tumores mamarios u otras tumoraciones duras en la zona de las axilas, estas con bordes irregulares y que no duelen.

Es por ello que realizarse una mamografía bilateral así como el autoexamen son medidas básicas que toda mujer debe practicarse de manera permanente, para detectar cualquier anomalía en su etapa inicial.

Cuando esta enfermedad ya ha progresado aparecen cambios en el tamaño, forma o textura de las mamas o el pezón (enrojecimiento o agujeros) además de la secreción de líquidos por el pezón ya sea sanguinolentos o en otro caso como ‘pus’.

Por otro lado en su etapa avanzada este mal se manifestará mediante dolor o molestias en las mamas, así mismo pueden aparecer úlceras cutáneas, hinchazón del brazo próximo a la mama afectada, dolor en los huesos y pérdida de peso.

“Si este cáncer se detecta precozmente el tratamiento será más eficaz y el riesgo de mortalidad será menor, por ello todas la mujeres deben estar alertas y practicarse un chequeo preventivo que incluya la mamografía y el autoexamen (palpación de las mamas y las zonas adyacentes) para detectar los primeros síntomas de este mal”, afirmó Vicente Vargas Egas, ginecólogo oncólogo del Centro Oncológico Detecta.

Otro factor de riesgo importante son los antecedentes familiares de esta enfermedad, se estima que un 30% de las mujeres con esta neoplasia tienen parientes cercanos que lo han padecido, entre los otros factores figuran: el inicio temprano del ciclo menstrual (antes de los 12 años), la menopausia tardía (después de los 55 años), el consumo de alcohol, la obesidad y el no haber tenido hijos.