Niños difíciles para comer
El mal apetito es un problema frecuente en niños, principalmente en la edad pre-escolar. En su mayoría se trata de niños sanos con apetito normal para la edad, y en los cuales las expectativas de los padres y los cambios psicomotores que experimentan condicionan cambios en sus ingestas.
Los cambios observados no muestran consecuencias en el desarrollo de los niños, lo mejor es la educación de los padres y su orientación para evitar que sigan ciertas conductas.
El uso de suplementos nutricionales no cuenta hasta la fecha, con un respaldo que sustente su recomendación en niños sanos.
La principal intervención es la educación de los padres y cuidadores desde que el niño inicia su alimentación complementaria.
Tómatelo con calma y pon en práctica los consejos que te damos.
Frente a un niño que no quiere comer hay que procurar no perder los nervios: si le regañamos o le hacemos comer a la fuerza haremos que el acto de comer se convierta en algo traumático para él y redoblará su resistencia. Los consejos que te damos a continuación pueden ayudarte a hacerle cambiar de opinión:
Si los exámenes médicos son normales y tu niño está contento, juega y tiene energía, no hay motivo para agobiarse.
Bajo ningún pretexto ni en ninguna circunstancia debes obligarle a comer si no tiene ganas.
No hay que felicitar a un niño porque coma. Comer no es una virtud sino una necesidad y un privilegio. El niño tiene que saber que come para alimentarse y no para que papá y mamá estén contentos
El niño debe comer con la familia, no cuando o donde él quiera. Si no le gusta algún plato, ponle sólo un poco sin obligarle a probarlo. Si sabes que detesta algún alimento, procura que haya opciones más asequibles o que sepas que le gustan, pero nunca prepares otro plato en el momento especialmente para él.
La comida no debe durar mucho más de media hora. No dejes a tu hijo sentado frente al plato durante horas. Si no quiere, no le fuerces a terminarlo. Aunque esté entero, retíraselo a los diez minutos sin decir nada ni poner cara de pena, enfadarte o regañarle. Actúa lo mejor que puedas. Si el postre le apetece, dáselo. Seguramente en la siguiente comida tenga más hambre.
Para los pequeños apetitos hay que poner pocas cosas en el plato para que no se agobien. Sírvele más si lo pide. Un plato hasta los bordes agobia a quien tiene poca hambre. Mejor que sea él quien decida si quiere más.
No le des nada de comer entre horas. Evita sobre todo las golosinas, que le quitarán la poca hambre que tenga. Como máximo, que tome algo de fruta, yogur, leche o queso en la merienda o a media mañana.
No hables nunca delante de él sobre su falta de apetito o los disgustos que te causa. Tampoco le castigues si no come; ni le recompenses si lo hace. Que no tenga la sensación de tener algún problema de alimentación. Si estás al límite, vete a gritar o llorar fuera de su vista.
Tú eres quien mejor conoce a tu hijo, y su pediatra, tu mejor consejero. No hagas caso de los que te digan amigas, vecinas o abuelas ni permitas que le digan nada al niño.
Si tu niño no tiene problemas de apetito o se le están quitando, no permitas que coma en exceso. El niño que come demasiado puede tener muchos más problemas que el que come poco. No es que un niño crezca más despacio porque coma poco, sino al revés: un crecimiento lento demanda menos cantidad de alimentos.
Si eres capaz de seguir estos consejos y adoptar la actitud tranquila que te proponemos, en algunos días picoteará menos y comerá un poquito más, aunque siga prefiriendo las pocas cosas que le gusten a la carne o las verduras. Si aguantas, después de una o dos semanas empezará a comer según sus necesidades y comenzará a romperse el círculo vicioso en el que estáis.